Ya de vuelta de mi
viaje a Amsterdam. Ya se acabó lo bueno. De hecho, hace días que se acabó y he estado un poco desaparecida.
Necesitaba tiempo. Tiempo para volver a acostumbrarme a la ojera, el madrugón y (lagrimita) las noches en vela. Las carreras, los pañales y los
detestables cantajuegos. Tiempo para volver al bar grasiento, el atasco matutino y lo feo. Porque en Amsterdam, queridos,
TODO es bonito... hasta las cacas de los perros - inexistentes, por cierto - son de diseño.
Y es que cuando uno consigue colocar a sus dos pollitos con los abuelos y se larga sin mirar atrás a celebrar su
décimo aniversario con su amante, todo es maravilloso. En fin, que como dos adolescentes recién descubiertos a la puerta de la discoteca de turno, allá nos hemos ido 4 días el padre de las criaturas y yo. Y como me he vuelto un poco loca y tengo algo así como 450 fotos almacenadas, voy a aburriros por fascículos.
Y voy a empezar por un recorrido general por la ciudad, por sus canales, su tranvía, sus canales y sus rincones.
Un gran descubrimiento: Airbnb. Y lo digo así de alto, claro y gratis, porque ha sido una experiencia excepcional. Después de pensármelo y mucho, accedí a probar esta nueva forma de alojamiento: alquilar durante 4 días su apartamento a un total desconocido. Heavy metal, vamos. Y la experiencia no ha podido ser mejor.
La casa de Nina es fantástica. Situada en el Barrio de Pijp, en pleno Albert Cuyp market, a un paso del centro, sin agobios, pero con mucha
vidilla. Además de bonito, súper limpio y cuidado. Aquí tenéis el
link.Y por cierto, un primer piso sobre un mercadillo y no se oye una mosca. Los ventanales nórdicos no solo son preciosos, sino útiles
El
Albert Cuyp Market es un mercadillo que ponen todos los días, excepto el lunes, y que merece mucho la pena conocer. Puedes encontrar desde ropa, calzado, maletas hasta pescado (espectacular la pescadería), quesos, flores, batidos, chocolates...
Un barrio precioso: El
Jordaan. Algo así como el soho neoyorkino o las salesas madrileñas. El barrio más in, con las tiendas más increíbles y los restaurantes más de diseño. Como veis el primer día el tiempo un poco gris...
El
Begijnhof es un lugar lleno de encanto. Se trata de un conjunto de casas que se construyeron para albergar a una hermandad católica. En él se encuentra la casa más antigua de Amsterdam, con fachada de madera.
En cuanto a
museos, había muchas cosas que ver así que solo vimos dos, pero para mí la elección fue perfecta. El Casa - museo Van Loon y El Foam.
El
Foam es el museo de
fotografía de Amsterdam. Tuvimos la suerte de poder ver una fabulosa exposición de
William Klein, fotógrafo y director de cine estadounidense, muy conocido por su fotografía de moda para
Vogue, donde trabajó durante una década.
Aparte de la evidente cultura de la bicicleta - cuidado, corres peligro de morir atropellado por una de ellas - me llamó mucho la atención la
cultura del barquito. El fin de semana todo el mundo pasando el soleadísimo día en los canales. Sí amigos, esto es un barco y esas chicas van sentadas en un sofá.
Que desde dónde están sacadas estas fotos? Por supuesto, desde un
crucero de esos horteras para turistas, que recomiendo totalmente. Ves toda la ciudad desde otro punto de vista, sacas las mejores fotos y además te tomas un descanso y con suerte un poco de sol.
En fin, para mi lo mejor de Amsterdam, entre otras muchas cosas, es que es una ciudad no muy grande y perfecta para
pasear y pasear y descubrir un rincón especial cada vez. Y si encima te hace el mejor tiempo que ha hecho en los últimos 100 años, entonces la jugada es redonda.
Por cierto, ciudad súper recomendable para
viajar con niños pequeños. Calles llanas, cambiadores en casi todas partes, y facilidad de moverse con el cochecito gracias al tranvía.
Lo único, que no se te caigan al canal.
¡Póngame 10 años más, oiga!
Pd. Gracias a
Paula por todas las buenas recomendaciones que me dió